lunes, noviembre 27, 2006

Bostezo

12 campanadas. Y recién va la cuarta. Y los ojos van rojos, y los tacos viene flojos, pero el viento no tira ajo.
Suena la quinta. Cacarea la lagaña, sale con dedo matutino, y no hay Dios que le cambie el rumbo.
La media docena se hace sentir. El silencio irrita, provoca los primeros espasmos. El parloteo se hace mecha y perfora. Las ideas caen sobre el piso enmohecido.
Tres pares y uno más. Se acerca. Se deja vislumbrar. El pelo retrocede esquivando el haz de luz. Algunos parecen mostrar signos de pregunta, volátiles, frágiles, antes de deshacerse en marañas.
A la octava campanada el zigzagueo despierta escozor en los codos. Todo comienza a darse vuelta. Y nadie se da cuenta.
Tres tríos tristes trigo tragan. Lo espera. Es necesario. Enigmas a punto, caramelo, camelo, y las jorobas no llevan vituallas.
Decena. Nada. Ni un medrugo de pan. Espinazo se junta con estómago y entre los dos no hacen uno. Son varios con cara de ninguno. Prefigurando los dos unos que ya suenan…..
Once. Y no explota. La agonía no se hace plaza. Tal vez, tal vez, fue sólo una amenaza. Tal vez, tal vez, ya ves, aquí viene….
12 campanadas. A cada una responde tu cuerpo. A cada tañido le corresponde un aliento. Tenues, inaudibles, dejan tu sustancia, se elevan, regurgitan garras que se clavan en las memorias disociadas, pasadizos secretos hacia lo recóndito del alma, y la flacidez que llega, y las piernas que no aguantan, y la cabeza que reposa en el regazo, y la denuncia, y el silencio, y el silencio, y el silencio……

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